martes, 30 de marzo de 2010

Infiltración 5ª Parte.

SUCESOS ALARMANTES EN EL EXTERIOR.


Mientras la reforma agraria sacudía a la URSS, en el extremo oriente las tropas japonesas ocupaban la Manchuria, colindante con Liberia. La fuerza del Japón crecía rápidamente y ya había empezado su rearme.


El general ruso Vassil K. Bluecher, comandante en Siberia, se hallaba alarmado por la colectivización, lo mismo que el mariscal Tukhachevsky y otros muchos altos jefes militares, y lograron que la reforma fuera aplazada en Siberia, debido a la crisis planteada por el avance japonés en el norte de China.

En el occidente de la URSS, o sea en Alemania, otro acontecimiento estaba preocupando a numerosos jerarcas marxistas: en enero de 1933 Hitler se convertía en Canciller.


Como Hitler era el jefe del único partido anticomunista de Europa capaz de abatir al marxismo, y como ya había llegado al Poder, varios jefes de la URSS se inclinaban por una revisión de táctica para afrontar el nuevo peligro.


Lew Devidovich Bronstein (conocido como León Trotzky) se hallaba en el extranjero porque había tenido hondas diferencias con Stalin respecto a la táctica a seguir. Pero desde su exilio ejercía todavía poderosa influencia en la URSS, donde tenía muchos amigos y discípulos. Trotzky había sido el creador del Ejército Rojo y el vencedor de los contrarievolucionarios anticomunistas. Trotzky juzgaba que Hitler era un peligro de primera magnitud y que en ese momento la URSS debería acentuar las tácticas de la "revolución pacífica" para flanquear a Alemania.


Pero Stalin no tomaba muy en serio a Hitler. Se burlaba de los temores de Trotzky y de la incertidumbre de otros jefes prominentes de la URSS. En Alemania había dos millones de comunistas. El Partido Comunista Alemán era más numeroso que el Partido Comunista Ruso. El Tratado de Rapallo (de "comercio y amistad") había permitido a Moscú infiltrar mucha gente suya en las universidades y fábricas alemanas.


Ciertamente Hitler había sido nombrado Canciller por el Presidente Hindenburg, pero de los diez ministerios del Gabinete sólo contaba con dos: con el Ministerio del Interior (sin jurisdicción sobre la Policía) a cargo de Frick, y con el Ministerio sin cartera a cargo de Goering. Los otros ocho ministerios se hallaban en manos de opositores a Hitler, o bien, de gente que en una crisis no lo apoyaría.


El Partido Comunista de Alemania tenía instrucciones del Kremlin para seguir atacando a los sociaidemocratas y a los nazis, en la seguridad de que el triunfo de Hitler sería transitorio y de que muy pronto lo derrocaría, cosa que provocaría una crisis a !a medida para "desatar el diluvio comunista". En otras palabras, se daba por seguro que el precario ascenso de Hitler serviría para justificar, poco mas tarde, que se barriera con todo el nazismo, con toda !a "derecha", con toda la "reacción", con todo el “anticomunismo". El único partido poderoso para capitalizar la caída de Hitler era el Partido Comunista Alemán.


Los cálculos sobre una inminente caída de Hitler parecían muy bien fundamentados porque dentro de Alemania había varios grupos poderosísimos de oposición a Hitler. Entre ellos figuraban:

1. El general Von Schleicher, ex canciller, que había propiciado el Trátado de Rapallo. Schleicher era partidario de crear una milicia parecida a la de la URSS, y de hacer en Alemania una reforma agraria en escala reducida. Se calificaba a si mismo como "general social" y decía confiadamente que Hitler no viviría mucho. Este personaje estaba plenamente identificado con el general Hammerstein-Équord, comandante del Ejército. Hammerstein era reservadamente procomunista, se denominaba el "general rojo" v odiaba a Hitler. Junto a estos dos eminentes adversarios de Hitler habla otros en diversos puestos importantes del Ejército y de la policía. (1)

2. Wilhelm Leuschner, Max Habermann y Jacob Kaiser (nacidos en Alemania, aunque no alemanes de origen) controlaban una red de sindicatos obreros y podían llegar a realizar paros y huelgas que crearan el caos preliminar del "diluvio comunista". Operaban en relación con el líder Gronowski, influyente dentro del movimiento de trabajadores católicos, que agrupaba a medio millón de obreros.


3o. En el movimiento "Demócrata Cristiano" había otra célula procomunista. Los prelados Schoenfeld y Bonhoeffer, protestantes, y los prelados católicos Koenig y Roesch simpatizaban con el movimiento de oposición, aunque muy reservadamente.


(I) El Estado Mayor Alemán.- Walter Goerlitz, antinazi

Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes.- Curt Riess


4. Ernst Roehm era jefe de la S. A., especie de milicia de asalto aún no terminada de organizar, pero que ya tenía 400'000 miembros, o sea, más que el ejército. Roehm había sido partidario de Hitler al empezar la lucha, pero luego fue defeccionando hacia una "ala izquierda". Hablaba ya como revolucionarlo y quería una “segunda revolución”. Hitler había adoptado para su movimiento la definición “nacional-socialista" dando a esta última palabra la acepción de "justicia social", pero de ninguna manera la acepción marxista que convierte al socialismo en la primera parte del comunismo.


Roehm era homosexual, expuesto al chantaje y a los desequilibrios mas dañinos; juzgaba “reaccionarios" a los empresarios, a los sacerdotes, a los comerciantes y a los militares de carrera y aspiraba a eliminarlos en la "segunda revolución". Hitler no estaba de acuerdo con nada de esto.


Dado todo lo anterior (que es apenas un esbozo de los grupos influyentes que se disponían a derrocar a Hitler), resultaba fundado el optimismo de Stalin y del grupo de jerarcas que pensaban como él. Todos ellos tenían la seguridad de que en semanas, o meses, Alemania ardería por los cuatro costados y que entonces pasaría a ser botín del comunismo.


IMPONDERABILIDAD DE LAS FUERZAS METAFÍSICAS.


Las fuerzas físicas pueden medirse con exactitud y su trayectoria y duración pueden predecirse, pero las fuerzas metafísicas son imponderables. Podría afirmarse que estas son fuerzas de un plano superior que ocasionalmente se materializan en el nuestro.


Las fuerzas físicas del hitlerismo eran insignificantes en relación con las fuerzas que se le oponían dentro y fuera de Alemania. Primero se creyó que Hitler no llegaría al poder, y luego que ascendió a la Cancilleria (bajo la presidencia de Von Hindenburg) se tuvo la certeza de que su caída era inminente y que sería un triunfo comunista.


Fue un milagro de equilibrio, de tacto, de certera audacia, de franqueza que atraía a unos y desconcertaba al enemigo, lo que fue apoyando la precaria situación de Hitler como Canciller. Detrás de sus tuerzas físicas, relativamente reducidas, bullían fuerzas metafísicas que iban superando obstáculos y atrayendo voluntades.

Hitler fue directamente a las bases visibles del adversario o incluso a los reductos más ocultos.

Cortó de un tajo el "capitalismo especulativo", el que explota y engaña, o sea el "supercapitalismo", pero sin dañar el auténtico capitalismo, el que presta un bien social como factor de producción y progreso. La propiedad privada podía desarrollarse con cauces morales.


Como consecuencia de lo anterior, aumentaron los centros de trabajo y las inversiones. La masa de seis millones de cesantes empezó a disminuir rápidamente y el nivel de vida del obrero comenzó a subir. En cinco años la producción se duplicó.


La economía del Estado se encauzó a reforzar la producción de la iniciativa privada, no a suplantar a ésta mediante la absorción de los medios de producción. En esta forma se practicaba un "socialismo" auténtico, tendiente a mejorar la sociedad no el engañoso socialismo marxista que al absorber a la iniciativa privada no mejora al pueblo, sino que únicamente aumenta su propio poder político.


En el campo laboral Hitler liquidó la dañina "lucha de clases" de obreros y patrones. En vez de esa dualidad estableció la convergencia de clases hacia el bien del todo. Disolvió a los grupos lideriles (en su mayoría con vinculaciones internacionales comunistas) y suprimiendo el “capital especulativo" hizo posible que el obrero trabajara identificado con el patrón, mediante salarios justos y trato decoroso. Síndicos laborales del Frente de Trabajo fijaban los salarios de acuerdo con las posibilidades de cada, empresa. Al patrón se le exigía responsabilidad sobre el bienestar de sus empleados y obreros. Para evitar la inflación (alza desenfrenada de precios) se cuidaba que el aumento de salarios fuera proporcional al aumento de la producción.


Acerca de la agricultura se proclamó que "la ruina del campesino alemán sería la ruina del pueblo alemán". Las fincas de hasta 125 hectáreas fueron declaradas propiedades hereditarias que no podían ser objeto de hipoteca ni subastas por deudas. Mediante el estímulo a los precios agrícolas se incrementó la producción para hacer que Alemania se bastara de comestibles, cosa que se logró en un 83%.


Respecto a la amenaza comunista, Hitler la trató como tal. El marxismo no era una ciencia económica ni una ciencia social, como pretendía para camuflarse, sino una conspiración internacional. Por tanto, prohibió el Partido Comunista Alemán y toda propaganda marxista. Decía que una sociedad sana combatía a los facinerosos sin discutir con ellos.


En el campo religioso, Hitler precisó que su doctrina era un sistema político que nada tenía que objetar a las creencias religiosas, y concertó un Concordato con el Vaticano. Años después el Papa Pío Xll condenó varios puntos del nazismo en su encíclica "Con Ardiente Preocupación". Concretamente decía que los valores de "la raza, o el pueblo, o el Estado, o la forma de Gobierno o cualesquiera otros valores básicos de la configuración social humana" no deberían convertirse "en la norma máxima de todos los valores" porque esto "invierte y falsea el orden de las cosas tal como fue creado y mandado por Dios".


Tocante a la prensa, la radio, el teatro y la literatura en general Hitler estableció una censura públicamente anunciada. En vez de la hipócrita "libertad" que en muchos países era realmente censura vergonzante, secreta, estableció una censura visible, pública. Se suprimió, por ejemplo, la naciente campaña antinatal de diarios y revistas, pues Hitler decía que una guerra mataba "un fragmento del presente", pero que el control natal en Europa "mata más gente que todos los que cayeron en los campos de batalla, desde los tiempos de la Revolución Francesa hasta nuestros días".


También se prohibió la pornografía impresa, teatral o cinematográfica, las publicaciones de homosexualidad, las distorsiones del arte, etc. En una ceremonia pública fueron quemados folletos, revistas y libros como los de Sigmund Freud, creador del psicoanálisis pansexualista. "La ceremonia de hoy (dijo Goebbels el 10 de mayo de 1933) es un acto simbólico. Ella demostrará al mundo que el fundamento de la República de noviembre de 1918 ya está destruido para siempre. De este montón de cenizas va a surgir el Fénix de un nuevo espíritu”.


En el ramo de la política internacional, Hitler acabó fulminantemente con el Tratado de Rapallo, del que la URSS se había venido beneficiando. A cambio de eso buscó y obtuvo un acercamiento con Polonia. El jefe polaco Pilsudski se inclinaba a formar una alianza germano-polaca frente a la URSS. En el sur, Hitler se entrevistó con Mussolini y puso las bases para un Tratado Germano-ltaliano opuesto al comunismo internacional. (Ese Tratado se denominaría después Eje Berlín-Roma y se ampliaría con la inclusión del Japón).


Respecto a la "revolución" que Roehm anhelaba para darle un sesgo "socialista-izquierdista" al "nacional-socialismo", Hitler celebró una reunión de jefes de la SA. y de la SS y advirtió: "Ahogaré todo intento de perturbar el orden existente tan implacablemente como aplastaré la llamada segunda revolución, que sólo conduciría al caos"... (Acerca de las pretensiones de establecer control oficial sobre las empresas privadas, despojando a los dueños, y de confiscar los grandes almacenes comerciales, especificó): "La historia no nos juzgará por si hemos destituido y encarcelado al mayor número de economistas, sino por si hemos logrado o no proporcionar trabajo. . . Las ideas del programa no nos obligan a derribarlo todo y a actuar como locos, sino a considerar nuestros pensamientos prudente y cuidadosamente".


El otro propósito de Roehm, de convertir a la SA en una milicia nacional bajo su mando, en vez del ejército sujeto a normas tradicionales de honor, justicia y caballerosidad, fue desautorizado por Hitler, quien precisó que el Ejército sería la fuerza armada de la nación y que la SA (fuerzas de asalto) deberían supeditarse a éste.


Hitler sabía que en el Alto Mando del Ejército había varios generales que ansiaban derrocarlo. Una de sus primeras actividades como Canciller fue reunir a 400 altos jefes militares y hablarles de su doctrina. Después celebraba entrevistas personales con algunos de ellos. En parte persuadió a muchos con sus argumentos y los hizo partidarios suyos, aunque nada logró con aquellos que secretamente eran células de infiltración. Por otra parte, aprovechó en su favor el celo que los oficiales sentían respecto a la enorme fuerza de la SA que estaba armando Roehm. De un modo o de otro, Hitler logró un cierto apoyo del Ejército, a pesar de los jefes de éste, que sólo esperaban un momento propicio para derrocarlo.


Corno Roehm persistía en sus planes, el 30 de junio de 1934 fue detenido y ejecutado, junto con 71 de los jefes fanáticamente adictos a él. Por cierto que causó gran sorpresa que entre los conjurados con Roehm se encontrara el Dr. Erich Klausener, presidente de la Acción Católica de Berlín, quien se suicidó al verse descubierto. Roehm era enemigo de toda religión y quería suprimir el culto.

El general Schleicher, ex ministro de Defensa y ex Canciller, antiguo protector del Tratado de Rapallo, se mostraba muy confiado y decía indiscretamente que Hitler no viviría mucho. Había entrado en tratos con Roehm para derrocar a Hitler. El general Von Bredow también se hallaba comprometido en este plan. Días después de la muerte de Roehm, Schleicher y Bredow fueron liquidados por lo Gestapo. Se dijo que presentaron resistencia cuando iban a ser aprehendidos. El Ejército no protestó porque Schleicher era visto con suma desconfianza debido a sus planes de crear en Alemania una milicia al estilo de los soviets.


El general Hammerstein, jefe del Ejército, muy adicto a Schieicher, llamado el "general rojo" y recalcitrante adversario de Hitler, fue relevado del mando, aparentemente por haber llegado a la edad límite. El anciano presidente Hindenburg dio su apoyo moral a iodo lo anterior v felicitó a Hitler.


En esta forma, en poco menos de año y medio desde que subió a la Cancillería, Hitler sorteaba peligros mortales para su régimen y consolidaba su posición.


Al mismo tiempo los comunistas veían que lo que habían juzgado imposible estaba haciéndose posible y que no llegaba el caos que poco antes consideraban inminente. Cada día era más difícil desencadenar lo que ellos mismos llamaban "el diluvio comunista".


El fracaso rojo repercutió en los gruesos muros del Kremlin.

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