sábado, 24 de julio de 2010

Infiltración Mundial 10ª Parte,

SABOTEAR AL EJÉRCITO, CONSIGNA SECRETA.


Mientras en 1940 la URSS aumentaba velozmente sus fuerzas armadas, la infiltración dentro de Alemania ponía en acción la consigna de paralizar al ejército alemán y de sabotearle sus esfuerzos de quedar con las manos libres en occidente para lanzarse contra la URSS.


A principios de 1940 Hitler ya había logrado infundir ánimos al general Von Brauchitsch, jefe del Ejército, y al general Franz Halder, jefe del Estado Mayor, para emprender una campaña que eliminara el frente occidental, donde Inglaterra y Francia concentraban fuerzas contra Alemania.

La Infiltración vio con rabia que los generales Brauchifsch y Halder se les escapaban de las manos y se dedicaban a planear la ofensiva. Entonces movió al general Ritter Von Leeb {de los más antiguos opositores a Hitler) para que tratara de influir en los generales Von Runstedt y Von Bock.


Estos eran los más antiguos, experimentados y valiosos estrategos y habían sido designados por Hitler para mandar los dos enormes Grupos de Ejércitos que marcharían sobre Francia. Von Leeb trató de convencerlos de que fueran a presentarle objeciones al Führer, para evitar la ofensiva, pero Von Bock dijo que eso era "un motín" y que él no iría. Von Runstedt repuso: "El ejército ha recibido su misión y cumplirá con ella".


Desde principios de noviembre de 1939 hasta febrero de 1940 la ofensiva se había emplazado y pospuesto 16 veces, en algunas ocasiones porque Hitler pedía cambios y en otras porque la Infiltración lograba perturbar y demorar los preparativos. Pero en abril de l940 quedó más o .menos claro que definitivamente la ofensiva se lanzaría en mayo.


Entonces los esfuerzos de los infiltrados se concentraron en sabotear la operación haciendo que el enemigo recibiera información de lo que se planeaba en Berlín, el Dr. Goedeler encomendó al diplomático Von Bülow Schawandte que comunicará a los belgas que la ofensiva sobre Francia se lanzaría a través de Bélgica. LA PODEROSA LINEA magnito cerraba casi herméticamente la frontera oriental de Francia de tal manera que la forma más viable de penetrar en suelo francés era por el norte, atravesando Bélgica, país que por otra parte mantenía una discreta alianza con Inglaterra y Francia. Ahora bien, al atravesar Bélgica el ejército alemán no podía dejar abierto su flanco norte y para cubrirlo tenía que ocupar también Holanda, cuyo gobierno se entendía con Londres.


Fabían Von Schlabrendorff, infiltrado de estado Mayor, refiere lo siguiente: “El coronel Oster, de la Abweth (servicio alemán de contraespionaje) decidió advertir a los holandeses sobre la ofensiva…La decisión de Ester no fue tomada a la ligera ya que él era conciente de que podría costar miles de vidas alemanas…El informó, sin embargo, al coronel holandés J.G. Sas de la fecha fijada para la ofensiva. Ester sabía que su acto sería considerado por muchos de sus compañeros como traición…”


Realmente era traición. Pero traición a Alemania, y aunque el coronel Oster vestía el uniforme alemán, como infiltrado estaba al servicio del enemigo de Alemania. No le interesaban ni Alemania ni los soldados alemanes que iban a perecer por su culpa. Un mes antes había también revelado el secreto de la acción sobre Noruega.


Otro brazo de la Infiltración mandó a su agente Roessler (radicado en Suiza), un mensaje fechado el primero de mayo, que decía “ataque el 10 de mayo, en la brecha de Sedán. Plan Amarillo mantenido. Cincuenta divisiones concentradas a lo largo de las fronteras belga y holandesa. Guderian y Hoth preparados para avanzar sobre Sedán".


El 3 de mayo el coronel Oster ratificó a los holandeses que la ofensiva comenzaría el día 10.

William L. Shirer, agente de Roosevelt en Berlín, comunicó a Nueva York, en clave, que la ofensiva pasaría a través de Bélgica y Holanda.


Mussolini, por su parte, no confiaba mucho en la ofensiva alemana. En previsión de que más adelante le conviniera un cambio de bando, hizo que su ministro Ciano les comunicara a los aliados que Hitler preparaba una ofensiva sobre Francia, a través de Bélgica y Holanda.


El 7 de mayo el Alto Mando Alemán tuvo indicios de que su gran


(1) La Luftwaffe.- Cajus Bekker.


secreto había sido traicionado. Se acababa de interceptar una comunicación telefónica sospechosa entre el embajador belga en el Vaticano y el gobierno de Bruselas, que hacía suponer que los planes de Hitler ya eran conocidos en el extranjero.


El 8 de mayo Berlín se enteró de que Holanda y Bélgica ya estaban movilizando tropas, que habían cancelado licencias y que tomaban precauciones especiales en las vías de comunicación.

Veintidós divisiones belgas y l0 divisiones holandesas (aproximadamente 980.000 combatientes estaban en pie de guerra al lado de los ejércitos francés y británico.


Todavía el 9 de mayo, en la noche, el coronel Oster estuvo en el Alto Mando Alemán a cerciorarse de que la ofensiva empezaría al día siguiente y se lo comunico al agente holandés Sas, que en el acto llamó telefónicamente a La Haya para indicarles, en clave, que la marcha alemana empezaría al día siguiente. Ester le dijo a Sas: "El cerdo ha partido hacía el frente occidental". Así se refería a Hitler.


Esa noche, a las nueve, ocho ejércitos alemanes, con cien divisiones, recibieron la palabra clave “Dantzig”, para iniciar el ataque a las 5:30 de la madrugada.


El plan esbozado por Hitler y afinado por el general Von Manstein dividía el frente en tres sectores: norte, centro y sur. En el sector norte el general Von Bock coordinaba tres ejércitos. En términos figurados estos hacían las veces de un capote que Penetrando por el norte de Bélgica atraería a las fuerzas inglesas, francesas y belgas.


En el sector central el general Von Rundstedt coordinaba a otros cuatro ejércitos alemanes, a manera de espada que se clavaría hacia el corazón de los ejércitos aliados. En este sector se habían concentrado siete divisiones blindadas, dirigidas por radio, que avanzarían lo más rápidamente posible, eludiendo ciudades y puntos fortificados enemigos.


En el sector sur del frente el general Ritter Von Leeb, con dos ejércitos, acosaría y fijaría sobre el terreno a las tropas francesas de la Línea Maginot. Propiamente en este sector no se intentaría avanzar.


Del lado alemán había cien divisiones, aproximadamente millón y medio de soldados. Por la parte aliada había 155 divisiones, aproximadamente dos millones trescientos mil hombres. Estas cifras eran notoriamente desfavorables para Alemania e infundían serios temores a varios generales, pero Hitler confiaba en ciertas ventajas de la organización alemana, del nuevo armamento y de la acometividad de la tropa.


Este último factor imponderable comenzó a hacerse sentir desde que principió la lucha. La oficialidad y los soldados se lanzaban con resolución hacia las posiciones enemigas; ponían en la batalla un espíritu superior al simple cumplimiento forzoso de una orden. Las bajas no los paralizaban. Los tanques se mantenían intercomunicados por radio, se aproximaban lo más posible a la artillería enemiga, corriendo riesgos, pero luego abrían el fuego concentradamente y producían un efecto desquiciante en la moral del adversario.


Los 2,800 tanques alemanes eran inferiores en número a los tanques aliados, algunos de los cuales tenían mayor blindaje y mayor cañón, pero aquéllos operaban concentradamente y a mayor velocidad.


Los Stuka también se mantenían enlazados por radio con las divisiones blindadas, se picaban sobre el fuego antiaéreo hasta menos de mil metros de altura y daban la impresión desconcertante de creerse invulnerables. Pegarse al enemigo, a despecho de las bajas que eso ocasionara, para hacerle fuego preciso desde corta distancia, era la táctica general del atacante. Esto sorprendía o paralizaba a muchas unidades aliadas.


Hitler había dicho poco antes en una proclama a las tropas: "El pueblo alemán no fomenta ningún odio ni ninguna enemistad para con los pueblos británico o francés. El pueblo alemán, sin embargo, está hoy en día frente al problema de si desea vivir o sucumbir". . .


Y como los llamados de paz hechos por Hitler habían sido rechazados, la tropa se empeñó en la lucha con la determinación de la legítima defensa.


El 6to. Ejército de Von Reichenau rompió las defensas al norte de Bélgica y penetró profundamente, flanqueado o seguido por el l8vo ejército de Von Küchler que se enfrentaba al ejército holandés y por el 4to. del general Von Kluge. Los tres formaban el Grupo-de Ejércitos de Von Bock. En total llevaban 28 divisiones con 420,000 soldados. En este sector los aliados tenían amplia superioridad numérica y hacia ahí llevaron refuerzos. Supusieron erróneamente que ese era el punto crítico, impresionados por las radiodifusiones y los partes engañosos del Alto Mando alemán.


Pero, como dice el historiador inglés Lidell Hart, esa tenaza era sólo el capote de la ofensiva.


El golpe principal estaba siendo descargado, en el sector central, donde embestían el 12vo. ejército de List, el 16vo. de Von Busch, el 2do. de Von Weichs y el ejército blindado y motorizado de Von Kleist. Él jefe del grupo formado por estos cuatro ejércitos era Von Rundsted. En total estaban integrados por 44 divisiones, con 660.000 hombres.


"La tarea de acomodar esa inmensa masa de tropas en un espacio tan estrecho, de alimentarlo y, sobre todo, de moverlas, era gigantesca”, dice el general Blumentritt, del Estado Mayor de Rundsted. La infantería debería avanzar por caminos secundarios o a campo traviesa para dejar los caminos principales a las divisiones de tanques (blindadas) v a las motorizadas.


El Ejército de Von Kliest agrupaba 7 divisiones blindadas y 2 motorizadas, divididas en tres cuerpos de ejército al mando de los generales Guderian, Von Wietersseihim y Hoth. Estos formaban tres columnas y constituían la punta de lanza de la ofensiva.


Las divisiones blindadas avanzaban a su máxima velocidad, abrían una brecha y se internaban en territorio enemigo audazmente, corriendo ciertos riesgos de ser cortadas de su retaguardia y quedar copadas.


Un hecho, aparentemente pequeño ocurrió en favor del agrupamiento blindado: el mayor de zapadores Von Siota descubrió leves descubrió leves detalles en las fotografías aéreas y llego a la conclusión de que determinadas fortificaciones enemigas a lo largo del río Mosa no estaban terminadas. Su deducción fue exacta y varias divisiones aprovecharon ese punto débil para lanzarse como tromba hacia el interior de Francia.


Cuando el general Guderian había expuesto a Hitler cómo pensaba penetrar con sus tanques en las fortificaciones francesas y cruzar el río Mosa, el general Busch comentó: "¡Vaya! No creo, que llegue Usted al otro lado"... Varios de los presentes se mostraban escépticos; El General Guderian repuso: "Tampoco necesito Yo, que usted lo crea". Hitler callaba, pero finalmente autorizó a Guderian a intentar el cruce del río en la forma propuesta.


Durante el cuarto día de batalla las avanzadas de Guderian alcanzaron el río Mosa y forzaron el paso en coordinación con los Stukas que descendían hasta baja altura atacando a las posiciones francesas. El teniente coronel Balk cruzó el río en botes de goma con su Plana Mayor y su regimiento de tiradores número uno. Poco después fue visitado por el general Guderian, a quien recibieron jubilosamente gritándole: "Prohibido viajar en góndolas por el Mosa". Los oficiales jóvenes, dice Guderian, eran todavía más optimistas que el y poco antes había procurado infundirles cautela diciéndoles: "Prohibido viajar en góndolas por el Mosa". Ahora, después de haber cruzado ese poderoso obstáculo bajo el fuego enemigo, aquellos oficiales le devolvían la frase.


El general Guderian dirigió entonces un mensaje a su colega Busch, el que días antes había afirmado que tal maniobra no podía lograrse, comunicándole que ya estaba del otro lado del río. Busch le contestó en términos amigables, felicitándolo.


La noche de ese día 13 de mayo, así como todo el día siguiente, le vanguardia luchó para ampliar sus "cabezas de puente" a través del Mosa. Los franceses apreciaron entonces toda la gravedad de esa irrupción alemana y concentraron ahí su aviación y sus tanques" El regimiento de artillería alemana del coronel Von Hippel logró derribar 150 aparatos en ese día. Por su parte, la Luftwaffe lanzó 814 aviones de caza y abatió 80 adversarios. Los tanques franceses fueron rechazados. Toda la primera división blindada alemana logró pasar al otro lado del río, seguida luego por la segunda.


La disyuntiva, en ese momento, era fortificarse en espera de otro contraataque francés o girar hacia el poniente en una magna operación de envolvimiento. Guderian le pidió su opinión al comandante Wenck, de la primera división, quien repuso: "¡Tajos, no piltrafas!". Eso significaba que prefería lanzarse hacia adelante, en una arriesgada marcha rumbo a la costa francesa. Y Guderian lo apoyó en esta determinación. Comenzaba (14 de mayo) a cristalizar el plan de Hitler y de Von Manstein para cercar e varios ejércitos aliados concentrados en el sector norte.


En efecto, el agrupamiento blindado alemán viró sobre su flanco derecho y hendió todo el norte de Francia, rumbo al mar. Esta columna estaba poniendo en serio peligro sus dos flancos sin protección, pero seguía avanzando. La aviación era lo único que la protegía ocasionalmente centra los ataques de flanco. La infantería alemana se había quedado bastante atrás.

El día 15 (el sexto de la ofensiva), el Alto Mando francés se dio cuenta de que estaba sufriendo una terrible derrota.


El día 16 en la mañana el regimiento de tiradores número uno, del teniente coronel Balk, acababa de capturar el pueblo de Bouvellmont. Guderian lo siguió a fin de formarse una idea exacta de la situación: "La tropa estaba fatigadísima, puesto que desde el día 9 no habla tenido en realidad descanso alguno. Había escasez de municiones. Los hombres de primera línea dormían en sus pozos de tirador. Balk mismo, en las trincheras, contaba que habla conseguido adueñarse del pueblo en la oscuridad. Había tenido que encabezar el asalto para qua sus hombres lo siguieran. Su rostro cubierto de polvo y sus ojos ardientes atestiguaban que hablía pasado un día difícil y tenía tras de sí una noche sin sueño.Recibió, por su comportamiento en ese día, la Cruz de Caballero"... ("Recuerdos de un Soldado". - Heinz Guderian)


Guderian hizo que a todas las compañías se les diera a conocer un comunicado francés revelador de que el adversario se hallaba en serios apuros y les pidió un esfuerzo supremo, "¡Ahora ningún titubeo y ningún alto!"


La columna continuó adelante ese día 16, agotada y con los flancos descubiertos. A las 7 de la mañana del 17 el general Von Kleist tuvo temores y ordenó que la columna se detuviera. Guderian protestó, intervinieron los generales List y Von Rundstedt y al cabo de varias horas la marcha se reanudó. El 18 llegaba a San Quintín y el 19 al Somme.


Con ese avance estaban quedando cercados los ejércitos franceses 1ro, 7mo. v 9no., el ejército inglés y dos ejércitos belgas; más de novecientos mil hombres en total. El general Gamelin ordenó que la mayor parte de esos contingentes rompiera el contacto con las fuerzas alemanas de Von Bock, en el norte, y se lanzara hacia el sur para romper el cerco que iban formando los tanques de Guderian. Pero el general Gamelin fue sustituido por el general Weygand, éste aplazó dicha orden tres días y cuando quiso ponerla en ejecución ya era demasiado tarde.


Los tanques del ejército inglés se lanzaron efectivamente hacia el sur, tratando de romper el cerco, y por algunos momentos pusieron en serios apuros a la 11va. división alemana. "Causaron algún pánico dice Guderian, pero el cerco se sostuvo y avanzó más.


La vanguardia alemana avanzó tan rápidamente que sus propios aviones la bombardearon, por creer que era .el enemigo. Dos aviadores que saltaron de su avión averiado, se sorprendieron de que sus captores no eran franceses, sino compatriotas. "Los dos tripulantes viéronse pronto ante mí, dice Guderian, desagradablemente sorprendidos. Después de la penosa primera parte de la conversación (en la que fueron amonestados) fortalecí a los muchachos con una copa de champaña".


La noche del 20 de mayo la vanguardia de la 2da. división blindada alemana (el batallón Spita) llegaba hasta la costa francesa. Virtualmente el cerco terrestre sobre seis ejércitos aliados se habla cerrado.


Nunca en la historia de las armas una batalla tan grande había sido consumada en once días.


El general Guderian redactó para sus tropas una Orden del Día que decía, en parte: "Soldados del 19o. Cuerpo de Ejércitos: un recorrido de seiscientos kilómetros nos separa de la frontera del Reich. Hemos llegado a la costa del Canal y del Océano Atlántico. En este camino habéis tomado por asalto las fortificaciones belgas, pasado el Mosa y conseguido la ruptura de la Línea Maginot en Sedán, con memorables combates; conquistado el importante macizo de alturas de Somme, y después, sin pérdida de tiempo ni dejar de combatir, por San Quintín y Peronne alcanzamos el bajo Somme en Amiens y Abbeville. . . Os pedí no dormir durante 48 horas…Os sometí á amenazas de flanco y retaguardia. Nunca habéis vacilado"… Habéis cumplido con fervor todas las órdenes. Alemania está orgullosa de sus divisiones de tanques y yo soy feliz al mandaros. Pensemos con profundo respeto en nuestros camaradas caídos.- Por Alemania y por nuestro Führer Adolfo Hitler".


Del enorme cerco terrestre tendido alrededor de seis ejércitos aliados sólo quedaba una estrecha puerta de salida por mar, o sea el puerto de Dunkerque. Seis divisiones alemanas podían abalanzarse y capturarlo, pero en una dramática y muy discutida decisión, Hitler ordenó que no lo hicieran.


Halder, Jefe del Estado Mayor General, que ya se había entusiasmado, se hallaba abatido por esa disposición. Gudenian se quedó estupefacto. El general Sepp Dietrich, del "Leibstandarte Adolfo Hitler", cumplía la orden a regañadientes. Von Rundstedt declaró después: "Mientras los ingleses se embarcaban a lo largo de las playas, yo permanecía inútilmente fuera del puerto... Mis tanques y mi infantería no tenían autorización para moverse. . . La cólera de nosotros, los jefes, en aquel momento, fue indescriptible".


Sobre este punto la propaganda se ha hecho bolas dando falsas versiones (que Hitler quería cuidar los tanques o que quería que la aviación sola impidiera la escapada por Dunkerque), pero los investigadores más serios 'han aclarado hasta la saciedad que Hitler dijo que "no quería hacer arrodillarse a Inglaterra por la fuerza", que deseaba darle una oportunidad para hacer la paz, "compatible con su honor". (1)


Hitler quiso demostrarle a Inglaterra que realmente no tenía odio contra ella y dijo en el Estado Mayor que nada les exigiría a los ingleses para hacer la paz, más que le dejarán las manos libres para marchar contra la URSS.


(1) Auge y Caida del III Reich.- William L. Shirer, antinazi

Los Generales Alemanes Hablan.-Liddell Hart, historiador inglés.

La Luftwaffe.- Cajus Bekker.


Y así ocurrió la retirada de 338.226 ingleses y franceses, de lo cual Churchill se vanaglorió y anunció que continuaría la guerra. Roosevelt lo alentaba en esa actitud para salvar a la URSS.


En el gran cerco los alemanes hicieron 330.000 prisioneros y capturaron todo el equipo bélico de más de novecientos mil soldados, pues los que huyeron por Dunkerque no pudieron llevarse nada.


La ofensiva alemana que había liquidado a seis ejércitos aliados se basó en muchos momentos críticos en la fe que unos cuantos tuvieron en la victoria, fe que contagiaba o otros y los empujaba hacia adelante, abriendo así brechas para que otros más pasaran por ellas.


Un ejemplo de las acciones de ese género, en que contaba más la fe y el arrojo que las circunstancias tácticas y el armamento, fue la .captura del fuerte Eben Emael, el mayor de Europa occidental. Tenía 1,200 defensores, con una red de galerías subterráneas de 4,500 metros, rodeadas por un foso con muros de 7 metros de altura v obstáculos antitanque. Para capturar esta fortaleza el mando alemán entrenó en el mayor secreto a 85 paracaidistas, bojo pena de muerte para quien revelara cualquier dato. Sus probabilidades de victoria se basaban en la sorpresa. Ni el ejército fue informado de este plan.


En la madrugada 10 de mayo los 85 paracaidistas (Grupo Grant) fueron lanzados en planeadores hacia los tuertes de Eben Emael. En el camino dos aviones remolcadores estuvieron a punto de chocar y se desprendió un planeador, precisamente el que llevaba al teniente Witzig, comandante del grupo. Los demás siguieron adelante. La operación empezaba a pintar mal y poco después las cosas empeoraron porque el fuerte de Eben Emael estaba prevenido y ya los buscaba en el horizonte con las miras de sus ametralladoras. El comandante belga Jottrand había recibido aviso desde las 3.30 de la madrugada de que se aproximaba un ataque por aire. Cuando apareció el primer planeador, del piloto Lange, una batería de ametralladoras le hizo fuego. No se había logrado tal sorpresa.


En ese instante Lange decidió enfilar directo hacia el peligro y picó su aparato en dirección de las ametralladoras antiaéreas, cosa que desconcertó a los ametralladoristas, y en unos segundos estrelló el ala del planeador contra la batería. El fuselaje se detuvo poco más adelante y saltó el pelotón del sargento Haug, que con ráfagas de pistolas ametralladoras y con granadas de mano atacó la fortificación más próxima.


La determinación del piloto Lange, que no viró al ver que carecía del factor sorpresa, fue decisiva para que otro planeador volando sumamente bajo, descendiera ante un fortín de ametralladoras y piezas antitanque. Saltaron los soldados del sargento Wensel y arrastrándose por el suelo llegaron hasta la abertura del periscopio de una batería por la cual arrojaron una carga de dinamita.

En los dos primeros minutos del ataque fueron inutilizados diez fortines. Los zapadores recibieron en paracaídas más cargas de explosivos y poco más tarde se les unió su comandante, el teniente Witzig. La lucha continuó durante todo el día y toda la noche. A las 13.15 del día siguiente la guarnición capituló, cuando gran parte de sus fortines y galerías subterráneas habían sido dinamitadas por los atacantes.


Otros golpes parecidos se consumaron sobre tres importantes puentes del Canal Alberto y en cada una de esas operaciones participaron menos de cien hombres.


Simultáneamente, y a fin de provocar confusión entre los aliados, los alemanes lanzaron en diversos puntos 200 "paracaidistas'' que no avanzaban ni se rendían…se trataba de muñecos de paja uniformados y con armas y dispositivos automáticos para encender petardos que simulaban ruido de combate. (Esta estratagema la usaron cuatro años después los aliados en la invasión de Francia).


lunes, 12 de julio de 2010

Infiltración Mundial 9ª Parte

NUEVOS ESFUERZOS DE LA INFILTRACIÓN.
Al iniciarse la campaña de Polonia muchos generales y oficiales alemanes en retiro fueron llamados al servicio. Entre ellos, el general Ritter von Leeb, adversario de Hitler, y el general Hammerstein, ex jefe del ejército, apodado el "general rojo" porque era simpatizador de la URSS. Había sido oculto cómplice del general Schleicher, muerto por la Gestapo.

El general Hammerstein recibió el comando de un Cuerpo de Ejerci
tó en el Rhin e inmediatamente planeó invitar a Hitler a que visitara a las tropas con la intención de capturarlo. El oficial de Estado Mayor Fabían Von Schlabrendorff se apresuró a poner a los ingleses al tanto de lo que se planeaba y lo refiere de la siguiente manera: "Al estallar la guerra mi tarea fue informar a los ingleses del plan de Hammerstein. La Embajada Inglesa había sido abandonada ya, pero logré alcanzar a Sir George Ogilvy Forbes, consejero de la embajada y entregarle mi mensaje. El plan de Hammerstein no se realizo. Hitler, que poseía un verdadero instinto misterioso para el peligro personal, canceló de pronto su visita al cuartel general de Hammerstein y poco después ordenó un cambio en el mando: Hammerstein sé encontró una vez más retirado".

Otro ex jefe del Ejército, el general Werner Von Fritsch (quien había sido partidario de un acercamiento con el Kremlin y al que la Gestapo puso en entredicho, aunque luego fue rehabilitado por Hitler), pidió participar de la campaña de Polonia, como comandante de un regimiento. Marchaba tan adelante en un sector expuesto al fuego enemigo, que sus allegados creen que buscaba la muerte, tal vez decepcionado por el fracaso de su carrera. En el cerco de Varsovia cayó herido y murió minutos después.

En otro tiempo Von Fritsch había coincidido parcialmente con los infiltrados y participado en los planes para derrocar a Hitler, pero en la campaña de Polonia se concretó a combatir. Entretanto, los infiltrados se hallaban en otros sitios más elevados y más seguros.

Cuando la guerra con Polonia estaba evidentemente ganada, el 19 de septiembre, Hitler habló públicamente en Danzig para hacer un llamado de paz a Inglaterra y Francia. "Yo no tengo ninguna intención agresiva respecto a Inglaterra y Francia. Mis simpatías están con el soldado francés que no sabe muy bien por qué debe combatir". A continuación daba gracias a Dios por la victoria de Polonia y le pedía que hiciera "comprender a los demás pueblos cuán inútil sería esta guerra".

La prensa anglofrancesa contestó diciendo que Alemania sería derrotada y el hitlerismo aniquilado.

Al mes siguiente, ya terminada la guerra en Polonia, Hitler volvió a hablar, esta vez en el Reichstag (8 de octubre de 1939) y reiteró su ofrecimiento de paz haciendo notar que no existía ningún motivo de guerra entre Alemania, por una parte, y Francia y la Gran Bretaña por la otra. Alemania no les pedía nada. "Siempre he expresado a Francia mi deseo de enterrar para siempre nuestra vieja enemistad y aproximar a estas dos naciones…No he consagrado menor esfuerzo a la realización de un entendimiento angloalemán, mejor dicho, de algo más: de una amistad anglo-alemana. En ningún caso y en ningún lugar he actuado contra los intereses británicos. . . incluso hoy creo que no puede haber auténtica paz en Europa y en el mundo entero más que si Alemania e Inglaterra llegan a un entendimiento.

"Si realmente esta guerra debe ser emprendida tan sólo para dar a Alemania un nuevo régimen. . . entonces, millones de vidas humanas serán sacrificadas en vano. No, esta guerra en el Oeste no puede resolver ningún problema. . .

"Una cosa es cierta. En el curso de la historia del mundo no ha habido jamás dos vencedores, pero sí muy a menudo sólo perdedores. Que los pueblos y sus dirigentes que comparten esta opinión den ahora su respuesta. Y que los que consideren la guerra como la mejor solución, rechacen mi mano tendida".

Corno marco de ese ofrecimiento, toda la prensa alemana hablaba de paz.

Pero casi toda la prensa inglesa, francesa y americana, sujeta a cierta orientación, contestaba ridiculizando las palabras de Hitler. Entonces nadie chistaba en Occidente en pro de la paz.

Dos días más tarde {10 de octubre) Hitler volvió a hablar, en el Palacio de los Deportes, e insistió en su deseo de llegar a un arreglo. "Alemania -dijo- no tiene ninguna razón para hacer la guerra a las potencias occidentales". No existía ningún motivo de fricción entre Inglaterra, Francia y Alemania.

Al día siguiente la prensa alemana seguía hablando de paz y en Berlín hubo rumores de que se iban a iniciar negociaciones. El júbilo era indescriptible.

Pero 24 horas después Londres rechazaba despectivamente las propuestas de Hitler. No dejaba ni la más estrecha hendidura para negociar. La prensa inglesa y la prensa francesa (en realidad grandes trusts) azuzaban contra Alemania.

En esas circunstancias, Hitler le dijo al jefe del Estado Mayor General, Franz Halder, que el gobierno inglés no discutiría de paz hasta que fuera derrotado. También les hizo ver a varios generales que habiendo eliminado el frente polaco, Alemania tenía por el momento sólo el frente occidental de los ejércitos francés y británico, Pero que esa situación era temporal. Que en Rusia no se podía confiar. Y que era urgente aprovechar el tiempo. Por tanto, había hecho un esbozo para una futura ofensiva sobre Francia.

Diversos estrategos, incluso británicos, coinciden en que "el cabo" Hitler tuvo una brillante visión estratégica al trazar los principios básicos para la guerra en el frente occidental. Hitler decía que debería evitarse la lucha de trincheras; que las formaciones blindadas deberían ser concentradas y lanzadas hacia la retaguardia del enemigo, en guerra de movimientos; que no deberían perderse en el laberinto de las ciudades, y que el golpe principal debería descargarse a través de Luxemburgo y Bélgica,

Con base en esos lineamientos, Hitler pidió a los jefes del Ejército que prepararan los planes para iniciar la ofensiva lo antes posible.

La Infiltración hizo entonces un nuevo esfuerzo para derrocar a Hitler, lo cual en aquellas circunstancias crearía un caos dentro de Alemania.

El caos lo capitalizaría la URSS.

El general Ludwig Beck (retirado), el general Witzleben (con mando de fuerzas), el Dr. Goerdeler (coordinador de los conjurados), el Dr. Schachf (miembro del Gabinete), así como otros varios en puestos clave, trazaron un nuevo plan para dar el golpe.

Como por sí mismos, no tenían el poder suficiente, concentraron sus esfuerzos en ganarse, parcialmente, al general Brauchitsch, jefe del Ejército, y al general Franz Halder, jefe del Estado Mayor General. Dado que estos dos jefes no eran infiltrados, se intentó seducirlos con variados sofismas. Se les exageraban las fuerzas del enemigo y las debilidades propias. En esta tarea de engaño participaba muy eficazmente el almirante Canaris, jefe del Servicio de Contraespionaje, quien por su alto puesto gozaba de particular crédito. Se pintaba un cuadro de derrota inminente, de imposibilidad absoluta de vencer a Francia. Se hablaba de la no peligrosidad del comunismo, de la conveniencia de llevar buenas relaciones con Moscú, etc. Todo dependía de que Hitler fuera eliminado y de que Alemania cambiara su doctrina política: entonces podría vivir próspera y feliz.

Halder y Brauchitsch se habían entusiasmado al ver el triunfo en Polonia (que también se había juzgado imposible), pero volvieron a tornarse escépticos, temerosos, bajo la guerra de nervios a que eran sometidos. Y el cuartel del Estado Mayor General en Zossen cerca de Berlín, se convirtió en un centro de conspiración.

Brauchitsch y Halder accedieron a participar en el golpe, aunque titubeaban. Halder alegaba que no había ninguna unidad del Ejército en que pudiera confiar para lanzarla contra Hitler, y en eso tenía sobrada razón.

Pero la infiltración apremiaba.

A principios de noviembre se inició el traslado de tropas de Polonia hacía el Rhin, para la ofensiva sobre Francia. El general Witzleben decía que podría disponer de algunas unidades para desviarlas hacía Berlín y capturar a Hitler. Halder aceptó quo en el Estado Mayor General se preparara el golpe. Con este objeto se formó una Plana Mayor especial bajo el teniente coronel Roehricht, jefe de la sección de construcción del propio Estado Mayor, y del teniente Grosscurth. El general Stuelpnagel, cuartelmaestre superior, ayudaba en esos trabajos, lo mismo que el general Oster, jefe de la Plana Mayo del Departamento de Contraespionaje, quien era uno de los más activos miembros del Movimiento de Infiltración.

Se previó que inmediatamente después del golpe el general Ludwiq Beck tomara el mando del Ejército. Fuerón informados el Dr. Goedeler, coordinador de la infiltración, así como el .general Thomas, jefe del Departamento de Economía Militar, y el general Olbricht, jefe del Departamento General del Ejército. También Londres f
ue informado de estos preparativos.

Cuando ya el plan estaba casi terminado, el general Halder dijo que había preparado un memorándum que Brauchitsch (jefe del Ejército) le llevaría a Hitler el día 12 de noviembre, para disuadirlo de atacar a Francia, y que sí no se lograba esto, entonces daría el golpe. Halder temía la derrota de Alemania y este sentimiento era cultivado y aprovechado por la Infiltración.

El 12 de noviembre el general Brauchiisch fue a hablar con Hitler para convencerlo de que no atacara. Llevaba el memorándum de Halder y cifras amañadas sobre la escasez de municiones, pero Hitler le dijo de memoria cuáles eran las correctas. Brauchitsch alegó que había mal tiempo. Hitler le repuso que el tiempo sería malo para los dos bandos. Brauchitsch agregó que la moral de la tropa no era buena, que ocurrían deserciones y actos de indisciplina. Hitler lo conminó a concretar dónde y cuándo; él mismo iría a ver lo que ocurría. Brauchitsch se batió en retirada, con evasivas, y Hitler le echó en cara que los más altos jefes no querían combatir, que tenían miedo.

"La guerra -dijo- siempre ha terminado con la destrucción del enemigo. Todo aquel que crea lo contrario es un irresponsable. . . El tiempo trabaja en favor de nuestros adversarios. . . ¿Qué clase de generales son estos a los que hay qué empujar a la guerra en lugar de ser ellos los que lleven la iniciativa? . . . ¿Qué papel puede jugar un país dirigido por esa clase de gente que lo pesa y lo analiza todo? No es posible forjar historia con gente así. Me hacen falta seres rudos, valientes, dispuestos a ir hasta el fin de sus ideas, pase lo que pase. La tenacidad es simplemente cuestión de carácter". . .

Brauchitsch, general de larga preparación académica, se sintió desconcertado y turbado ante aquel Cabo que mostraba tanto arrojo y tanta fe en la victoria. Y regresó deprimido, titubeante, al cuartel del Estado Mayor General. Halder refirió que Brauchitsch ni siquiera pudo de momento hacer una exposición coherente de lo que había ocurrido.

La cuestión es que Brauchitsch no se sentía ya con ánimos de participar en el golpe, y Halder (el jefe del Estado Mayor) decía que sí Brauchitsch no daba la orden, él no podía asumir la responsabilidad de hacerlo por sí mismo.

Sin saberlo, Hitler había roto en aquel momento el engranaje principal de la conjura que estaba a un paso de derribarlo.

Los infiltrados estaban furiosos contra los generales Halder y Brauchitsch, que no eran de su círculo, pero a los cuales habían empujado hasta el borde de la acción. El Dr. Goerdeler insistió, pero ellos hablaron de que el país estaba en guerra y aludieron a su juramento a la bandera. Inútilmente Goerdeler trató de convencerlos de que esos pensamientos "carecían de sentido".

El general Thomas, jefe del Departamento de Economía de Guerra, no movilizaba todos los recursos disponibles para el Ejército. En vez de eso quería ampliar las ramas de la conjura y trató de conectar al general Keitel, jefe del Alto Mando, con el Dr. Goerdeler, pero Keitel consideró que eso era perder el tiempo y se negó.

Entretanto, el diplomático Hassell iba a Suiza a informarle a un agente inglés el curso de la conspiración. Otro de los infiltrados, Hans Von Dohnanyi, preparaba un capcioso documento según el cual Inglaterra estaba dispuesta a cederle ventajas a Alemania si Hitler era derrocado. Esto era completamente falso, pero así se trataba de impresionar a los generales adictos a Hitler. El general Thomas mostró ese documento al general Brauchitsch, pero éste ya había reaccionado y dijo que todo eso era traición pura, que Inglaterra no estaba luchando sólo contra Hitler, sino contra toda Alemania, y que si Thomas continuaba en tales actividades lo iba a denunciar, Por otra parte, a las insistencias de Goerdeler contestó que no podía romper su juramento de soldado.

Después de todos esos sucesos se activaron los preparativos para la ofensiva en el frente occidental, que Hitler quería que empezara en noviembre. Algunos miembros del Estado Mayor trabajaban en la compleja planeación, pero no tenían el alma puesta en eso. El general Geo Thomas, del Departamento de Guerra Económica, seguía pensando más en cómo derrocar al régimen que en cómo movilizar al máximo los recursos alemanes

El 7 de noviembre el rey de Bélgica y la reina de Holanda habían ofrecido actuar como intermediarios en busca do la paz, "antes de que estalle la guerra con toda su violencia en Europa occidental".

Ese día Hitler aplazó la iniciación de la ofensiva, en espera de ver si en París y Londres querían hablar de paz.

Claro .que no puede precisarse en qué proporción, pero el hecho de que dentro de Alemania hubiera un movimiento de infiltración tan importante estaba influyendo negativamente en los esfuerzos de paz. Los círculos pacifistas franceses y británicos tropezaban con la oposición de los círculos procomunistas (identificados u ocultos), los cuales hacían hincapié en que el régimen alemán estaba dividido y que su desmoronamiento era inminente, sin necesidad de hacer grandes sacrificios.

En Francia la opinión pública era contraria a la guerra; por eso no se lanzaba ninguna ofensiva contra Alemania y se confiaba en la Línea Maginot. El régimen francés se hallaba prendido por ocultos lazos financieros, masónicos y de altos funcionarios no-franceses. A los partidarios de la paz se les calmaba diciéndoles que Alemania se derrumbaría de un momento a otro. La Infiltración en los altos círculos alemanes daba verosimilitud a esa tesis.

El 8 de noviembre (1939) hubo un atentado dinamitero contra Hitler, en la Cervecería de Munich. Perecieron 7 personas y 63 quedaron heridas, pero Hitler y su comitiva habían salido del local minutos antes.

La Gestapo tuvo barruntos de que en el Ejército había una célula de conspiración y secuestró en Holanda a dos agentes del Servicio de Inteligencia Británico, el capitán Payne Best y el mayor R. H. Stevens, que iban a comunicarse con varios de los conjurados alemanes. Sin embargo, la Gestapo no pudo obtener nombres. Entretanto, el Dr. Goerdeler comunicaba al Ejército belga que el Ejército alemán se disponía a atacar a Francia pasando por territorio belga. Consecuentemente, los belgas se dedicaron a reforzar sus defensas y a aumentar sus tropas.

En esos días Hitler preparaba la ofensiva, la aplazaba, volvía a fijar fecha y volvía a aplazarla. Percibía rasgos de derrotismo y el 23 de noviembre reunió a los jefes y oficiales del Estado Mayor General. Volvió a insistirles en que en ese momento sólo había un frente contra Alemania (o sea el occidental), pero que eso no podía durar mucho tiempo y que era urgente eliminarlo cuanto antes mediante una ofensiva victoriosa. Rusia no atacaba de momento, pero lo haría en cuanto se sintiera lo suficientemente fuerte. "Nosotros no podremos enfrentarnos con Rusia hasta que no estemos libres en el Oeste". Y en el Oeste no podría ganarse sin atacar.

Después, á solas, Hitler habló con el general Halder, jefe del Estado Mayor General, y con el general Brauchitsch, comandante del Ejército. Les reconvino el "espíritu de derrotismo" que imperaba en el Estado Mayor. Brauchitsch renunció, pero no le fue aceptada su renuncia. Halder reaccionó y tomó algo de confianza. Cuando días después el general Thomas fue á ver a este último para insistir en un golpe contra Hitler, Halder le repuso que no podía hacerse tal cosa porque el país se hallaba en guerra.

Hitler llevaba a rastras al Estado Mayor General.


LA VIDA SE APOYA EN FACTORES IMPONDERABLES.

El jefe del estado Mayor General, Franz Halder, y el jefe del ejército, general Brauchitsch, habían cursado altos estudios y concebían la estrategia como una ciencia exacta, en la que todo puede pesarse, medirse y preverse, y en la que no debía darse un paso que no estuviera previamente asegurado con la evidencia de las cifras.

Esa inclinación de ambos jefes estaba, además, cultivada por el Movimiento de infiltración. El temor de Halder y Brauchitsch a cualquier acción audaz era bien explotado. Hitler sentía esta resistencia, y entre él y el Estado Mayor General fue abriéndose un abismo de hostilidad e incomprensión.

La situación era bastante distinta en el Alto Mando de la Marina. La marina alemana era pequeña. Ocupaba un quinto lugar en el mundo, después de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Japón. Le Infiltración había penetrado preferentemente en el Ejército, que era la principal fuerza alemana, en el Servicio de Contraespionaje (que teóricamente era el organismo que combatía infiltraciones), y en diversos sectores religiosos, que eran aprovechados para encubrir intenciones. Pero se dejó a un lado a la Marina, quizá porque su influencia era muy reducida.

El hecho se hizo patente desde el primer momento de la guerra, pues la Marina trazaba audaces planes de acción, y trataba de alentar a Hitler para que los autorizara, no obstante los grandes peligros que entrañaba enfrentarse con las flotas combinadas de Inglaterra y Francia, 7 veces más fuertes que la Marina alemana.

El hundimiento del portaaviones inglés "Courageous", de 22,000 toneladas, realizado por el capitán Schuart del U-12; las correrías de barcos solitarios por el Atlántico y el Índico desafiando a grandes escuadras aliadas; el hundimiento del acorazado ingles "Royal Oak" en su propia base, por el capitán Prien del U-47, y otras acciones por el estilo realizadas en las primeras semanas de guerra, eran obra más de la entusiasta preparación y del arrojo que de la fuerza.

La guerra es lucha, como la vida misma, y no es posible pesarlo todo, ni preverlo todo. Intuición, arrojo, improvisación, son elementos esenciales en los más difíciles momentos.

Entre los planes que el Almirante Raeder, ie{e de la Marina, sometió a la consideración de Hitler, figuraba la ocupación de Noruega. Se preveía que Inglaterra se aprestaba a tomarla como base contra Alemania. El hecho de que minara las aguas noruegas para interrumpir el abasto de hierro a la industria alemana, y de que violara la neutralidad de Noruega para abordar un barco alemán con prisioneros de guerra, convenció a Hitler de que por ahí se perfilaba una grave amenaza británica. Y aceptó la idea del almirante Raeder.

Ahora bien, la Marina alemana era insuficiente para romper el bloqueo anglofrancés del Mar del Norte, vencer las baterías costeras noruegas y desembarcar tropas en número suficiente para enfrentarse a las fuerzas noruegas y a un inminente desembarco anglofrancés. El éxito tenía que basarse en la audacia, en la sorpresa y en la alta determinación combativa de reducidas fuerzas alemanas.

Hitler calculó que el Estado Mayor General pondría el grito en el cielo con une andanada de objeciones y pidió al general Keitel, jefe del Alto Mando, que formara una Plana Mayor especial, bajo el control inmediato del propio Hitler, para que coordinara el plan de la operación. Al Ejército sencillamente se le pidió que alistara 5 divisiones (75,000 hombres) para una misión especial, aun cuando sólo una parte de estas fuerzas podría entrar en acción.

"Es de la más alta importancia que los Estados escandinavos así como los adversarios occidentales, escribió Hitler, sean cogidos por sorpresa. Las tropas no serán advertidas de sus verdaderos objetivos sino después de su desembarco".

La operación "Ejército Weser" se puso en acción la madrugada del 9 de abril de 1940.

En el paso a Noruega quedaba Dinamarca, país neutral, que tendría también que ser ocupado Para impedir que los ingleses penetraran en ese espacio abierto y frustraran toda la operación sobre Noruega.

El Movimiento de Infiltración en el Servicio de Contraespionaje tuvo conocimiento de lo que se preparaba y diez días antes de la operación el coronel Oster (infiltrado) dio aviso a los aliados, Por conducto del agregado militar holandés en Berlín, coronel J. E. Sas. "Oster confiaba en que si no se alcanzaba a parar toda la empresa... Por lo menos se lograría (mediante el aviso a los aliados) apresurar el fracaso de la operación en una primera fase". El jefe de Oster era Canaris, quien por su parte pensó paralizar la operación enviando a Hitler informes exagerados y alarmantes sobre posibles contramedidas inglesas, pero "HitIer no se dejó turbar en su propósito".(l)

Dinamarca tenía frontera con Alemania y lo lógico era esperar que por ahí llegara la invasión, pero llegó por mar, directamente a la capital, Copénhague, donde desembarcó un batallón alemán que velozmente cruzó varias calles y llegó hasta la Ciudadela del ejército danés y hasta el Palacio Real. El rey Christian X quedó sorprendido. Los alemanes tenían instrucciones de no disparar, sino de explicar a los daneses que no iban como enemigos. Trataban de impedir que Dinamarca se convirtiera en una puerta de entrada para los ingleses y los franceses.

El rey Chrislian preguntó al general alemán Himer si podía conservar su propia guardia. Himer repuso que sí, y que podía seguir gobernando. Las tropas alemanas sólo impedirían la llegada de fuerzas anglofrancesas. Entonces el rey ordenó que no se hiciera resistencia, lo cual hubiera causado pérdidas innecesarias, y dijo al comandante alemán: "General, ¿puedo como viejo soldado decirle una cosa? ¿De soldado a soldado? Ustedes han realizado una vez más algo increíble. Hay que admitir que es un trabajo magnífico".

Un obstáculo para la ocupación de Noruega acababa de desaparecer, pero faltaba lo más difícil.

En esos momentos pequeñas flotillas de barcos alemanes zigzagueaban, por el Skagerrak y por el Mar del Norte para eludir el bloqueo anglofrancés y llegar a los puertos noruegos de Oslo, Stavenger, Bergen, Trondheim y Narvik, en una extensión de más de 1.900 kilómetros de costa.

La flotilla más fuerte trataba de llegar a Oslo, capital noruega, para lo cual necesitaba atravesar un fiordo fortificado, que en algunos lugares tenía 25 kilómetros de anchura. El paso se haría al amparo de la oscuridad, en la madrugada, y como aún no existía radar se consideraba que los noruegos serían tomados por sorpresa y no podrían atacar oportunamente. Pero los noruegos ya habían recibido el aviso del coronel Oster. . . El aviso les llegó precisamente de la dependencia alemana que estaba encargada de evitar que ocurrieran filtraciones y traiciones, o sea del Servicio de Contraespionaje.

De esa manera las baterías noruegas estaban alerta, paradójicamente dotadas de cañones alemanes hasta de 280 milímetros de diámetro. Además, tenían preparados torpedos en las costas y se hallaban en alerta varios barcos minadores. Al acercarse la flotilla alemana, la sorpresa fue para ella que se vio sujeta a un certero fuego concentrado. El crucero alemán "Emden" fue gravemente dañado. También el crucero "Lutzow". El crucero pesado "Bluecher", de 10.000 toneladas, recibió varias andanadas, ardió y se hundió con 1.600 hombres. Parte de la fuerza que iba a ocupar la capital noruega pereció y parte fue hecha prisionera, incluso el contralmirante Oskar Kummetz, jefe de la escuadra, y el general Engelbrecht, jefe de la l63a. División de infantería.

Oslo no había podido ser tomado y era uno de los puntos básicos. La operación estaba pendiendo de un hilo.

Mientras en el fiordo de Oslo la marina alemana era diezmada y detenida, otro intento simultáneo se hacía por aire para capturar la capital.

Esa misma madrugada (9 de abril) volaba hacia Oslo una "primera ola" de transportes, trimotores Ju-52, con la primera y segunda compañía de paracaidistas, al mando del capitán Erich Walther. Llevaban la misión de capturar el aeropuerto de Oslo y facilitar la llegada de tropas aerotransportadas para tomar la capital. Pero conforme esa "oleada" de 29 aviones se aproximaba a su objetivo, el tiempo empeoraba. La niebla era espesísima. Dos aviones desaparecieron, tal vez por colisión, y toda la flotilla recibió la orden de regresar a su base.

(1) El Almirante Canaris -Karl H. Abshagen.- Panegirista de Canaris.

Detrás de esa "primera ola" volaba una "segunda ola" de transportes con el 2o. batallón de infantería (no paracaidistas) al mando del capitán Wagner. Cuando éste recibió la orden radiada de regresar a su base, tuvo momentos de duda porque le había sido enviada por el Décimo Cuerpo Aéreo y no por su inmediato superior, el jefe del Transporte Aéreo. Pensaba si no sería una estratagema del enemigo y en ese momento distinguió algunos desgarramientos de las nubes. Ya próximo al objetivo, decidió seguir adelante.

Minutos después esta "segunda oleada" volaba sobre el aeródromo de Oslo. El capitán Wagner no llevaba paracaidistas, sino infantería, pero decidió aterrizar para tomar el aeropuerto. Fue ésta una decisión de máximo arrojo y de gran trascendencia que iba a costar la vida al capitán Wagner, pero que imprimiría nuevo giro a la acción emprendida sobre Oslo. Cuando el avión del capitán se aproximaba a la pista, a baja altura, los noruegos abrieron el fuego y el capitán Wagner pereció. El copiloto tomó los controles y ganó altura.

Hacía treinta minutos que una escuadrilla de cazas alemanes Me-110, al mando del teniente Hansen, volaba sobre el mismo aeropuerto. Tenía la misión de proteger a los transportes de paracaidistas. Acababa de combatir con los cazas noruegos, había perdido dos aviones y le restaban seis, tres de los cuales volaban con un solo motor. (Eran bimotores). La espera se había prolongado demasiado.

Cuando aparecieron los transportes del capitán Wagner, la escuadrilla de cazas Me-110 pensó que se trataba de la "primera oleada" de paracaidistas. Y por tanto, esperó que los paracaidistas saltaran, Pero no saltaba nadie. En realidad era la “segunda oleada", que sólo llevaba tropas de infantería. El teniente Hansen, jefe de los cazas se hallaba perplejo. ¿Por qué no saltaba nadie?... En eso divisó el fallido intento de aterrizaje del avión del capitán Wagner. Los cazas tenían muy poca gasolina y ya se les habían encendido tres luces rojas en el tablero; Al encenderse la cuarta los motores se pararían en unos segundos más. Entonces el teniente Hansen quiso probar suerte; como el avión-transporte de Wagner que había tratado de aterrizar, y ordenó a uno de sus pilotos:

"Teniente Lent, aterrice usted. Nosotros lo haremos a continuación, cubriéndole".

El avión de Lent echaba humo, de uno de sus dos motores, que había dejado de funcionar. Con el motor izquierdo maniobró y se tiró a aterrizar mientras los otros cinco cazas lo seguían de cerca haciendo fuego sobre los emplazamientos noruegos de ametralladoras. Lent logró bajar, aunque el tren de aterrizaje se le destrozó. Su artillero, el cabo Kubisch, desmontó una ametralladora para. contestar el fuego enemigo, mientras los otros cinco cazas disparaban y aterrizaban a continuación.

Alentados por aquella insólita batalla empezaron a bajar los trimotores Ju-52 con el segundo batallón de infantería. Las ametralladoras de los cinco cazas, ya en las pistas, hacían fuego contra la guarnición enemiga.

Rápidamente la infantería saltaba de los trimotores y se lanzaba sobre las posiciones noruegas, que minutos después empezaron a rendirse. El vuelo rasante de los cazas y su osado aterrizaje habían hecho suponer a los defensores que estaban bajo un ataque de mayores proporciones.
A continuación llegaron más transportes, con dos compañías de paracaidistas y con todo el 324o. regimiento de infantería, que marchó sobre Oslo y lo capturó.

Cuando en el Décimo cuerpo Aéreo se recibió por radio un reporte que decía: "El aeródromo de Oslo en nuestro poder. Primera Escuadrilla de la 76a. Escuadra de Caza Pesada", todos se quedaron sorprendidos. Ya daban por perdida a la escuadrilla y lo menos que podían imaginarse era que estuviera luchando en tierra, como vanguardia de la infantería aerotransportada. (1)

Una acción improvisada, de audacia y decisión, ajena a los planes más minuciosos, había dado a los alemanes la victoria en la capital noruega.

En los días subsiguientes tropas inglesas y francesas desembarcaron en tres puertos noruegos, pero después de dos grandes batallas fueron obligadas a retirarse a Inglaterra. El rey Haakon, con veinte camiones cargados de oro y documentos, se fue junto con los ingleses.

Noruega quedó en manos alemanas y se impidió que Inglaterra la utilizara para atacar a Alemania desde el noroeste.